Kapiri, 30-5-1996

Queridos amigos:

Me levanté hoy tarde (7 am) medio mareada, con los oídos silbando y la casa como moviéndose, sin estarse quieta. Me pillé el lunes una malaria de las gordas y la quinina es casi peor que la malaria. El trabajo en el hospital se amontona en cantidades increíbles, a Mª Cruz la veo cansada y yo estoy rabiosa de estar enferma y no poder ayudar. He tenido que llamar a Mr. Chimpamba, que estaba de vacaciones, y con bronquitis, para que se hiciese cargo del trabajo, ya que en fin estaba menos enfermo que yo. Aceptó sonriendo y asegurándome que estuviese tranquila. Pero yo de tranquila, nada. Fui a la capilla, pero sólo paré un momento. Con las náuseas bailando en el estómago y murmurando contra la quinina y así bajito contra toda su casta, medio depre, vi los paquetes de Mairena que habían llegado hacía unos días. Alguien les había quitado el papel y la tela y estaban listos para abrirlos. Medio desganada pensé "voy a entretenerme un poco". Leí las listas pegadas en la tapa y me parecieron horrorosas: antieméticos, antibióticos, antifúngicos, ¡ufff!. Me puse a abrir, y salen primero unas sábanas pequeñas con el anagrama hospital del Valme, de tela fuerte y nuevas. ¡Qué majos!, pensé, hay que ver, las sábanas de Sevilla en un hospital de Malawi y con la falta que hacían (ayer, Mª Cruz se tiraba de los pelos, discutiendo con el del lavadero porque no había sábanas en las camas, el pobre decía que no daba tiempo a que se secaran). Cuando venga Mª Cruz a tomar el té a las 10 se lo diré y se alegrará.

Seguí revolviendo ¡Hombre, cefalosporinas, menos mal! ¡Pañales y nuevecitos! Me senté a soñar (de todas maneras las piernas no me tenían). ¿Qué haremos?¿Los pondré en maternidad?¿O mejor, los vendemos baratitos para que las mujeres que vienen a hacer el antenatal los puedan comprar? ¡Uuhui!. No, los más pobres no podrán, mejor rifarlos. Si, eso, rifarlos cada semana diez y así además se dejarán de dar a luz en los pueblos y se animarán a venir. Estupendo. Y ya me veis sentada en el cemento y contemplando el pañal como si fuera una obra de arte. Por fin dejo el pañal y sigo revolviendo, y me encuentro una sopa de sobre: "pollo con verduras". No pude menos que sonreír, me entró un calorcillo por el corazón, pensando que os acordábais de nosotras. Otro sobre: "puré de verduras". ¡Genial!, pensé ¿quién habría sido? Me venían a la cabeza y a la imaginación las caras, las casas, las calles... Sigo ¡Vendas! Qué alivio, porque el muchacho encargado del "chessing" es una desgracia andante, y ¿gasta? ¡Gasta una barbaridad! Pero ya me iba poniendo de mejor humor, y hay que reconocer que no puede vendar sin gastar las vendas, claro. Empecé a reírme de mi misma... ¡Una caja de ketoconazol y dos de aciclovir! Y aquí sí me vinieron a la cabeza un par de enfermos de Sida con una candidiasis bucal y faríngea de esas de hacer foto. Llevaba unos días preocupada, sabiendo que el tratamiento que les daba era insuficiente, pero no tenía ketoconazol, el poco que tenía bien escondido en la farmacia lo había prescrito yo misma, bien medido y bien contado, pero por mucho que uno cuente, se acaba, claro. Me sentí aliviada.

Estropajos y champú, y otra vez a pensar y a recordar caras. ¡Pero que majos son! Qué container tan bueno, nuevo reluciente y ¡cierra bien! Porque por aquí sabréis que la esterilización es un milagro, con el autoclave con dos tornillos viudos para cerrarla y los containers que los cierras y se abre, los cierras de nuevo y salta el muelle, hasta que te cansas y los dejas abiertos cansada de tanta "obstinación". Y ya me veis en el suelo cerrando y abriendo el container como un niño con sus juguetes. Abro otra caja y más pañales y debajo vuestra revista. La leí de cabo a rabo sin moverme. Me gustó. Mejoran, pensé, los artículos son cortos, interesantes, no hay homilías pero rezuman fe y amor. Bien, me sentí orgullosa como si lo hubiese escrito yo. Releí lo de Cuba y me imaginé el hospital recibiendo lo que sin duda necesitan tanto, me emocioné. ¡Bien, bien, bien! como en el fútbol.

Me levanté, y me dió un mareo que para qué contaros, los oídos todavía me silban como si estuviese dentro de una fábrica con máquinas funcionando, pero ya no me sentía rabiosa ni depre, sino contenta y feliz, más optimista, después de todo la cosa no va tan mal (por cierto os diré que en las últimas estadísticas oficiales, somos el Health Centre con más trabajo de todo el país, casi doblando al segundo, sin contar los del gobierno, que no se publican y no se como será, sin los hospitales con quirófano...). Al fin y al cabo hacemos un gran servicio al pueblo, la gente cada vez confía más en nosotros, el standard de calidad sube, las iniciativas se multiplican y... y sobre todo ¿quién tiene amigos como los nuestros? de todos los días, de todo el año, tan fieles y...¡tan buenos!

Me encuentro echa un trapo pero feliz. Seguid acompañándonos con vuestra amistad, con vuestra oración, con vuestra ayuda material. Yo andaba dándole vueltas y vueltas sobre cómo podríamos colaborar con vosotros y ofreceros algo en retorno y agradecimientos por lo mucho que nos dais, pero la verdad, no se me ocurre nada... ya me iluminará la lucecita a su tiempo, espero.

Bueno, me voy a la capilla, creo que ahora podré parar más de unos minutos. Os llevo conmigo, voy a contarle al Señor las cosas de Mairena y las de aquí. Ya las sabe, pero le gusta oirlas y a mi contárselas.

Un abrazo grande:

María José.